domingo, diciembre 10, 2006

Por qué no.

No me voy a referir a la montonera de estúpidas reacciones que se generaron tras la muerte de Augusto José Ramón I, tanto de sus fanáticos como de sus detractores, aparte de los imbéciles de siempre que arruinan toda clase de manifestación popular, los mismos cobardes encapuchados que se meten en la marcha del Primero de Mayo, "piden plata" para ir al estadio a destrozar y romper las casas de los que viven cerca de las canchas o aparecen en cualquier protesta, autorizada o no. En cuanto a la polarización, véase mallenchu.blogspot.com, pa' que gastarse si mi comadre lo graficó muy bien.
La verdad, quiero hablar del famoso tema de "funeral de Estado o sólo honores militares" y exponerles las varias razones por las que estimo que no procede decretar duelo oficial de tres días, entre otras cosas.
1.- Aunque el señor Moreira crea ver en la encuesta que hoy salió en "La Tercera" alguna maravillosa muestra de reconocimiento a la "obra" del fenecido general, lo único que demuestra es que la gente piensa que si fue Comandante en Jefe del Ejército le corresponde un funeral ad hoc a esa condición, la única realmente legítima que tuvo, aunque la mancilló tan sólo dieciocho días después de asumir nombrado por el Presidente Allende, participando del Golpe de Estado que él no ideó, pero al que se sumó para luego apoderarse de todo el poder, dejando a sus camaradas de lado. Así, un traidor a su gobierno primero, y a sus compañeros golpistas seguidamente, no merece un funeral de Estado.
2.- "Pero, si fue Presidente de la República": Error, fue cabeza del derrocamiento de un gobierno elegido constitucionalmente, luego se quedó con el cargo de Presidente de la Junta de Gobierno, y aprovechó el plebiscito de 1980, trucho hasta el hartazgo, para darse legitimidad obteniendo el título de "Presidente" por vías, por decir algo suave, extrañas y más encima, quiso perpetuarse en el poder mediante una fórmula incorporada en su Constitución, lo que afortunadamente no resultó, pero el honorable caballero estuvo a un tris de no respetar el triunfo del "No", ratificando su laya de canalla de tomo y lomo. Así que ¿Presidente de la República?
3.- Está suficientemente acreditado que, al menos, sabía de las infinitas violaciones a los DD.HH. cometidas por su aparato represor (DINA, CNI, DIPOLCAR, DINE, Comando Conjunto, etc.) y por el mismo Gobierno Militar, por lo que la familia y los partidarios de un violador de los Derechos Humanos de sus propios compatriotas (algunos de ellos vivos, habiendo regresado de años y años de exilio, otros, familiares que buscan a los suyos aunque las evidencias indiquen que no van a aparecer), no pueden pretender que, de buenas a primeras, se acepte que todo el país, aquel que Pinochet contribuyó de modo fundamental a dividir más aún de lo que estaba antes del 73, tenga que guardar respeto y luto por este hombre a quien muchos ven como la encarnación del mal en la Tierra. Mal podría todo ello ayudar a la reconciliación tan manida pero tan necesaria, porque el general no gobernó para todos los chilenos, sino que en beneficio de algunos que se llenaron de plata los bolsillos con sus reformas económicas, mientras el resto vivía en el terror y la pobreza.
4.- Finalmente y bastaría sólo esto, un funcionario público que defrauda al Fisco y mantiene cuentas en el extranjero con dineros de todos nosotros jamás merecería el honor de un funeral de Estado, porque parecería francamente absurdo que se le rindiesen tal clase de honores a quien con sus actos atentó contra la fe pública y el mismo Estado chileno.
En resumen, y en términos simples, no hay por dónde. Pero si usted cree otra cosa está en su pleno derecho, porque yo también soy partidario de Voltaire, al igual que mi amiga Mallén.
Chaíto.

viernes, diciembre 08, 2006

Espíritu navideño...

Este tema es de Silvio Rodríguez, de su disco "Rodríguez", y expresa casi en su totalidad los sentimientos que me genera esta época del año, en cuanto a las locas carreras y atochamientos por las compras navideñas, la deseperación por conseguir algo de dinero extra para hacer regalos y los ofertones para que la gente se endeude, que desafortunadamente consiguen su objetivo. Para todos ustedes, para que no piensen tanto en el consumir como en el amar.

CANCIÓN DE NAVIDAD.

El fin de año huele a compras,
enhorabuenas y postales con votos de renovación;
y yo que sé del otro mundo que pide vida en los portales,
me doy a hacer una canción.

La gente luce estar de acuerdo,
maravillosamente todo parece afín al celebrar.
Unos festejan sus millones, otros la camisita limpia
y hay quien no sabe qué es brindar.

Mi canción no es del cielo, las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego, que no tienes ninguna.
Mi canción no es tan sólo de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo lleva más para amarla.

Tener no es signo de malvado
y no tener tampoco es prueba de que acompañe la virtud;
pero el que nace bien parado,
en procurarse lo que anhelano tiene que invertir salud.

Por eso canto a quien no escucha,
a quien no dejan escucharme, a quien ya nunca me escuchó,
al que su cotidiana lucha me da razones para amarle,
a aquel que nadie le cantó.

Tiempo de adviento.

El domingo pasado comenzó lo que para los que somos católicos es el Tiempo litúrgico de Adviento, que al igual que Cuaresma, es un período de conversión, pero además de espera, de una dulce espera ante la llegada del Salvador que viene a este mundo como un niño indefenso, que nace en el lugar más humilde, apartado y rechazado de todas partes, y en brazos de una niña-madre que acoge la voz del Señor y le manifiesta su aceptación valiente y confiada ante semejante empresa encomendada.
Es éste un tiempo de esperanza, de renovación de las estructuras, de alegría, de consuelo, y un tiempo que invita a cambiar el modo de ver las cosas, a recuperar lo esencial, lo sencillo. Porque en eso consiste la conversión, en cambiar de vida, en modificar las conductas, en revisar lo que estoy haciendo y sintiendo, y conformándolo al modo de hacer y de vivir que nos expresa el Evangelio. Es también una bella oportunidad de conocer y amar más al Señor, a través de las múltiples iniciativas que diversas instituciones lanzan, para una Navidad con un verdadero sentido, basada en el compartir y no en el recibir, pero también por medio de las propias ideas, sin esperar que otros nos digan qué hacer.
Debemos salir al encuentro del Dios vivo y más vivo que nunca, porque viene a nacer en nuestros hogares y corazones para darles vida nueva, en nuestros vecinos, en los familiares que no hablamos o que no visitamos, en los enfermos, en los amigos que están lejos, en fin, la caridad tiene muchas formas de expresarse y muchos rostros a los cuales regalar un poco de alegría y de cariño, sin caer tanto en el valor del obsequio como en la sinceridad con que se hace.
A ejemplo de María, en cuyo nombre celebramos hoy la Inmaculada Concepción, dispongamos el corazón al llamado del Señor, silenciemos el ruido de esta vida que no nos deja oír la voz de Dios y atrevámonos a recibir en nuestro seno familiar y personal a este niño que quiere nacer otra vez en medio de nosotros. Que así sea.