jueves, junio 15, 2006

Interpelar o no interpelar, ¿será la cuestión?

¿Alguien se ha preguntado que significa interpelar? La Real Academia Española de la Lengua en su ya mítico diccionario dice en su segunda acepción que significa requerir, compeler o simplemente preguntar a alguien para que dé explicaciones o descargos sobre un hecho cualquiera, en el caso de lo sucedido anoche con el ministro Zilic, tratándose del manejo de la crisis educacional. Jurídicamente y para que el vulgo lo entienda, se trata de una suerte de preparación para una acusación constitucional, o más bien, de un ridículo remedo de una antigua práctica del régimen parlamentarista chileno de fines del siglo diecinueve y comienzos del veinte, que generalmente terminaba con la caída no sólo del ministro, sino del gabinete de turno completo. Esto parece ser un intento de darle mayores facultades a los parlamentarios para fiscalizar al gobierno y reducir en algo el presidencialismo algo absolutista existente en la copia feliz del Edén.
Ahora bien, luego de lo visto ayer, más parece un circo romano, con la única diferencia que el cristiano de turno enviado a los leones tiene derecho a a usar un escudo y una espada contra las fauces de los felinos, con acusaciones y reprimendas para un lado y el otro, en que tanto el interpelado como sus interlocutores se sienten triunfadores (¿con respecto a qué?) y en que lo único que sale perdiendo es la posibilidad de practicar adecuadamente el ejercicio democrático de esgrimir las legítimas diferencias, requiriendo en este caso del ministro de Educación respuestas ante la errática manera en que se manejó el conflicto escolar y sobre el qué se va a hacer y cómo se va a seguir adelante en este tema. Pero no, como sucede habitualmente, diatribas van, diatribas vienen.
Lo curioso del caso es que la primera acepción de la palabra interpelar, de acuerdo con el mismo diccionario, implorar el auxilio de alguien o recurrir a él solicitando su amparo y protección.
¿Qué diferente, no? Así, uno continuamente interpela a Dios (o a lo que sea en lo que Ud. ponga sus confianzas místicas) solicitando ayuda, auxilio o protección, como se hace al rezar, se desprende de la lectura de innúmeros salmos de la Biblia o se puede ver en el mismo Cristo crucificado, llamando a su Padre. En consecuencia, vendría siendo un símil de orar, suplicar o pedir.
Esto me lleva a preguntarme y preguntarles qué tipo de interpelación necesitamos. A mí me parece que más que discusiones y pedidas de explicaciones, necesitamos auxliarnos, ampararnos y protegernos unos a otros, ser capaces de pedir y dar ayuda, y aprender a ser solidarios no en el clásico sentido de dar una moneda, sino en el actuar cotidiano, para ir creciendo todos y cada uno como personas y como sociedad, único modo en que, por ejemplo, los jóvenes no nos sigan interpelando por una educación más digna y que dé oportunidades a todos.

Por último, y en el sentido de la palabra que prefieran ¿a quién les gustaría interpelar?
Por ahora, quiero interpelar a los entrenadores ratones que hasta ayer nos estaban dando un mundial de mier..., salvo mi querida España (y olé).

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola.. Te escribo pq a mas de 5 años de tu publicación tu mensaje cobra un doble y gran sentido para mi, aunque solo me gustaria quizas ayudar a diferenciar su titulo, porque seria fe o razón, creo humildemente. Slds y mi correo es cgquenaya@gmail.com