viernes, diciembre 21, 2007

Ocio.

Sabido es que uno de los bienes más preciados en esta época de globalización, "surmenage" y consumismo en que nos vemos sumergidos es el tiempo libre. Un bien tan escaso para la mayoría de las personas, que, a fuer de necesitar cubrir sus necesidades económicas (básicas y de las otras), se embarcan en extensas y agotadoras jornadas laborales, con el factor agregado de que ese trabajo se encuentra, la más de las veces y especialmente para la gente con trabajos de menor remuneración, a no menos de una hora de casa, a lo cual si usted le suma el factor "Transantiago", transforma al dichoso tiempo libre en casi una quimera (se levantan a las 5:30 de la mañana para llegar no antes de las 09:00 de la noche).

Todo esto ha acarreado múltiples formas de búsqueda de optimización de estos escasos pero indispensables momentos de ocio, diversión y, por sobre todo, de compartir con la familia o los más cercanos. Así, surgen las "querídisimas" autopistas urbanas concesionadas, bajo la promesa de reducir los tiempos de viaje y ganarlo para uno mismo. También, si lo piensa bien, se puede encontrar en ello el caso de algunos malls que prácticamente se han convertido en una suerte de "pequeñas ciudades" donde hay de todo y se puede hacer de todo (desde comprar un pantalón a sacar el certificado de nacimiento), faltando bien poco para que sean el "ágora" moderna, con lo cual se reducen los desplazamientos, y se encuentran cines, salas de conciertos, espectáculos al aire libre, restaurantes, etcétera, resolviendo el problema de acceder al ocio y al esparcimiento, concentrándolo todo en un mismo lugar, junto con un montón de preocupaciones cotidianas a resolver.

Hasta ahí, puede considerarse que mucho de esto es positivo, más allá del hecho lógico del incentivo al consumismo en este último caso o el excesivo gasto que puede generarse para una familia por el uso del TAG, pero aparentemente hay compensaciones en lo referido a la recuperación de tiempo para uno mismo y los suyos.

Esta preocupación por el ocio se ha traspasado incluso a la cocina. Hace mucho existen los purés instántaneos, las sopas de sobre, los caldos en cubo, los jugos en polvo y otras soluciones que tienden a facilitar la vida, tanto por tiempo como para aquellos que no tienen dotes culinarias y son capaces de quemar el agua cuando la hierven. No vamos a negar que igual alivia la pega que algunas cosas estén precocidas o listas para servir, o sólo se demoren diez minutos en vez de los treinta que uno invertiría en prepararlas desde el principio, particularmente cuando se está atrasado.

Pero francamente me parece (y para ello todo este discurso previo sobre el ocio, aunque ustedes no lo crean y les parezca ridículo o una joda, lo cual me tiene sin cuidado) que haber llegado a hacer un sofrito preparado, con la excusa de no dejarse las manos con olor, es el colmo. No todos sofreímos igual, con el mismo aceite, o sólo con ajo y cebolla, algunos agregamos especias en ese instante de la preparación para darle un toque personal, en fin... Ahora sucede que nos quieren regalar un sabor prefabricado e impersonal para evitarnos la molestia de un olor desagradable, con un comercial que se ríe de los secretos de nuestras abuelas y madres para sacarnos diversos olores propios del arte culinario. A mí, personalmente me parece el colmo.

Al margen; consejo práctico para eliminar el olor a ajo y cebolla: lavarse las manos y el cuchillo que se usó con agua fría corriente, nunca con agua caliente que se impregnan más los olores.

Que les vaya bien.




1 comentario:

Mallén dijo...

Jajajajaja!!!
Buenísimo!!!
M... mi receta personal de sofrito pasa por ajo, cebolla picada finita (reconozco que ahora ya recurro a la minipimer para hacerlo, antes el llanto era muy abundante), orégano, pimienta, sal y comino. Claro, depende siempre de con qué acompañaremos el asunto, porque el sofrito per sé solo sirve para adobar o enriquecer una comida.
Y hablando de tiempos de ocio, pues para mí meterme a la cocina es una especie de catarsis... Será que me gusta tanto comer, que no hay caso!
Besos cumpita!