Desde el lunes 14 recién pasado, aproximadamente a la una de la mañana, he dejado de ser nieto, o lo que es más cierto y correcto, falleció mi última abuela, Rosa, la mamá de mi papá, lo cual me ha llevado a caer en la cuenta de que, de golpe y porrazo, me he convertido en parte de la segunda generación de mi familia paterna y que ahora Nachito y sus otros primos son la tercera generación de los Dequero. La verdad, rarísimo.
Se preguntarán por qué esta mirada tan extraña y tan ajena a los lógicos sentimientos de aflicción y tristeza que genera la partida de un ser querido y, para ser sinceros, me resulta difícil tener otra. Sin que fuese una relación inexistente, la que había con mis abuelos paternos y con mi abuela en particular, no fue especialmente afectuosa ni repleta de regaloneos, en fin, cosas que los nietos esperamos de los abuelos, más si la comparo con el hecho incuestionable de haber sido el regalón de mi Mamita Julia y de mi Tata Benito (nótese la diferencia de tratamiento). Lo cierto es que no es decisión mía o de mi hermano que haya sido así, sino que es más bien fruto de una tensión permanente entre mi papá y mi abuelo José por asuntos que no vienen al caso relatarles (al menos yo lo siento así), pero que son lo suficientemente poderosos como para entender a mi padre, lo cual jamás obstó para que se preocupara de mis abuelos, no los visitara o no sufriese infinitamente con sus muertes, y que nos incentivase a nosotros a hacer lo mismo, pero siempre fue más trabajoso para mí darles tiempo o ir a verlos, sumado al hecho de que, cuando yo era chico, hubiesen sólo adultos en la casa (mis tíos y mis abuelos) y se respirase siempre un aire triste, con mi abuelo en su cuarto,con su vieja radio y su mapa de España en la pared, y mi abuela en la cocina.
Empero todo lo anterior, me quedo con tres recuerdos de mi abuela Rosa que me van a hacer recordarla con muchísimo cariño:
1.- Una historia de vida bastante terrible, si se piensa que no conoció a su mamá ni a su papá, la crió su abuelita (según tengo entendido), se inscribió sola en el Registro Civil acompañada por una señora amiga, por lo que sus apellidos (Soto Soto), no son los que le correspondían. Es decir, las ausencias de cariño eran evidentes. Más tarde, se casó joven con mi abuelo, el cual no fue precisamente el paradigma del buen marido, y tuvo siete hijos, sufriendo el deceso de una de sus niñitas, Amalia, cuando todavía era pequeña. Objetivamente, jamás hubo gran abundancia material en la casa y si bastante apretura, hasta el final de sus días, sumado a su larguísima enfermedad.
2.- Su dedicación a la Iglesia mientras estuvo en condiciones de participar, sea en grupos de oración, sea en las Damas de Gris; su devoción constante, siempre con su Biblia en el velador y su rosario.
3.- A pesar de que su cabecita estaba bien sólo a ratos, alcanzó a incorporar en sus archivos a mi Nachito, me preguntaba por él, se preocupaba y, en sus desvaríos, se sentía triste de no poder cuidarlo.
En fin, que el Señor te haya recibido a su lado para que tengas el merecido descanso y que desde el cielo nos cuides con tus oraciones, un beso, un abrazo y un te quiero, abuelita Rosa.