Hace cinco años atrás, a esta misma hora, había llegado hace poco rato al departamento de mi tía desde la peluquería, y me aprestaba a tomar una taza de té a la rápida para empezar a cambiarme para asistir al momento más importante de mi vida, probablemente desde que salí del colegio o desde que quedé en la universidad: mi matrimonio con Claudia, la mujer de mi vida, la única mujer de mi vida.
Con la perspectiva del tiempo, uno se ríe de lo que fue un verdadero día de locos.
Al mediodía de esa misma jornada, tenía que juntarme con mi profesora guía de la tesis para que me firmara la carta para el informe de inscripción ante la Dirección de Investigación de la Facultad, porque después me iba de luna de miel y no iba a tener tiempo de hacerlo antes que se me venciera el plazo para inscribir la tesis, sin que fuera necesario interrumpir tan magna ocasión. El asunto es que la profe, desesperada, pues sabía que yo me casaba en la noche, llegó cerca de las dos de la tarde, y yo no había alcanzado a ir al peluquero ni a almorzar, lo cual trastocó toda la tarde.
Después de arreglarnos para el evento la multitud de gente que estaba en el departamento (inclusa mi Mamita Julia, que ya no está con nosotros), salí con mis papás hacia la Iglesia, donde me encontré con que los arreglos florales no habían llegado y no sabía porqué, lo cual terminó de intranquilizarme.
Pese a todo, la misa estuvo preciosa, mis amigos del coro se lucieron, en fin, maravilloso.
Se preguntarán por qué diablos les cuento todo esto. Simple y sencillamente por la inmensa alegría de saber que, pese a todos los problemas, esta historia de amor sigue adelante, y se hace más hermosa, porque el 22 de marzo de 2002 es el comienzo de mi familia, que ahora tiene al Ignacio como uno más, caminando como loco, como si nunca fuese a cansarse ahora que se lanzó a la vida y tiene tanto por conocer.
Gracias a Dios por esta etapa hermosa, gracias por caminar con nosotros de la mano, ayudándonos en la dificultad y gozándose en nuestros éxitos.
Gracias, Señor, por el otoño, mi época favorita del año, sobre todo desde hace cinco años.
Chaíto.